Alberto y Maria José

Acostumbramos a acompañar procesos complicados. Procesos de final de vida, sea este final de horas, días, meses… o años.

En ese contexto conocimos a María José y, a su madre.

Y resultó que su camino aún no estaba acabado. Que, apartando lo que la medicina le había indicado para sus diagnósticos médicos en un afán por llenar de fármacos cualquier problema, afloraba una vida llena, despierta y capaz de disfrutar de eso, de la VIDA.

Y, como digo, ahí conocimos a María José.

Y nos habló de otros procesos complicados, de otras vidas que buscaban ser VIDA.

Y percibimos sinergias, las sentimos. Qué fácil se comunica cuando se comparte la mirada. Cuando se ve al otro desde su potencialidad, su individualidad, su SER… Cuando sus dificultades, sus problemas (déficit cognitivo, dificultad idiomática, fragilidad…) no son lo definitorio. Ni mucho menos lo definitivo.

Y nos embarcamos. Con todas nuestras precauciones; la distancia física entre nuestro hogar y nuestro piso, la escasez de tiempo que dedicar, nuestros padres mayores, nuestro hijo creciendo… Todo eso pasó a un segundo plano cuando los conocimos. Aquella reunión… Con traductora de palabras, pero con infinita comunicación. Miradas, gestos… No se trataba de una operación inmobiliaria. Y tampoco de un acto de caridad. Era otra cosa. Es otra cosa.

Con nuestros problemas de distancias, tiempos, hijo, padres… asistimos a nuevas reuniones donde la comunicación creció. Y hubo diferencias. Y líneas rojas. Y replanteamientos. Pero con el respeto que se tienen dos familias transcurrieron las semanas, los meses, los años…y seguíamos en el proyecto porque sabíamos que estaba siendo bueno para todos. Y Arteale seguía estando ahí orientándonos en todo momento, ayudando en nuestras carencias y apoyando el proceso, mirando qué era lo conveniente para cada familia y posibilitando que todo transcurriera sin contratiempos.

El proceso adquirió un ritmo y vida propios. Arteale mantuvo su presencia que fue más evidente casi al final, cuando de forma inesperada surgió una crisis importante. Supongo que no es fácil entender un proceso cuando llegas de nuevo a él. Y cuesta. Y costó cuando una persona irrumpió en él y puso en jaque el equilibrio logrado durante todos estos meses. Fueron momentos de preocupación, de impotencia…Y nuevamente la comunicación, la presencia, la paciencia, la rapidez de reflejos, la búsqueda de alternativas… todas estas virtudes que Arteale pone en todo esto hicieron que la crisis fuera de crecimiento. Para todos.

Poco sería decir que estamos agradecidos. Hemos crecido, hemos vivido, somos “otros”. En lo práctico; hemos conservado un piso sin perder dinero y sin grandes preocupaciones. Y cuando empezó todo esto era nuestro objetivo. Pero esto sería una reducción casi absurda. Ahora tenemos más amigos y menos prejuicios. Y eso sí que es un negocio redondo.

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